CRISIS DE REPRESENTATIVIDAD 1

Pensaba en la cuestión de la traición, observando estos últimos días, estos últimos añitos diría, la sarta de situaciones que se han dado en denominar "traiciónes" perpetrados de unos hacía otros, y que en la entrada anterior nombré como "crisis de representatividad", parecería que nadie representa a sus "representados, hay un estallido en el concepto y en la práctica de la democracia, parece haber "traiciones" por todos lados, pero este concepto de traición nos encierra en una lógica muy limitada, el/los traidores y el /los traicionados y esto simplifica hasta la estupidez las maniobras de la clase dirigente Argentina- y no me refiero solo a la política- sino a toda dirigencia, sindicalista, institucional, etc, que "se pone el pie" permanentemente para que "caigamos " los ciudadanos, que no entramos en su mayoría en esta dialéctica esperpéntica e impresentable que nos averguenza, pero que no sabemos como hacer para sacarnos de encima.
Pego un par de cosas interesantes sobre el tema de "elortiba.org"

José Gabriel Vazeilles

Historiador, titular de la cátedra de Historia
Argentina y Latinoamericana de la Facultad de Filosofía y Ciencias Sociales de la UBA

La vaca empantanada

¿Traición? Concepto ambiguo y simplista. Mejor dos metáforas. La propia: cuando alguien saca una vaca del pantano que la aprisiona, ese animal de inmediato cornea a su auxiliador. En el invierno de 1945, el entonces coronel Perón se consideraba derrotado en el juego de fuerzas militares, partidos, entidades empresarias y así, defraudado, le escribía a Evita sobre casarse y retirarse al Sur, cuando varios sindicalistas y masas detrás, lo sacaron de ahí con el mitin del 17 de octubre y luego le organizaron el Partido Laborista que fue su instrumento electoral. El Partido Laborista fue disuelto, Cipriano Reyes preso y torturado y Luis F. Gay calumniado cínicamente y desplazado de la conducción de la CGT.

Mis amigos John William Cooke, Alicia Eguren y Roberto Sinigaglia, como relaté en mis Memorias de la militancia, me decían que la historia del peronismo de 1955 en adelante era una obra de teatro escatológica en tres actos. 1º: Perón nos caga a nosotros; 2º: los militares lo cagan a Perón, y 3º: los que terminamos totalmente cagados somos todos los militantes, los trabajadores y el pueblo en general.

Una pregunta: ¿la lealtad, para ser verdadera, no debe ser recíproca? Caso contrario, aducirla es disimular el engaño, lo que luego termina en el irrespetuoso sainete fúnebre ante el féretro de Perón en San Vicente, todos pujando por pequeñas ventajas que otorga el desaforado clientelismo.
Claro que el sainete y la vacuidad de identidades no son exclusivos de esos muchachos sino casi universales. Otra pregunta: ¿qué es Cleto Cobos: radiperonista o perorradical? Sainete mediático y pantano histórico y sin embargo no puede haber “vaciamiento” o quiebra, como en las empresas que son sólo debe y haber de dinero, pues a las sociedades las constituyen personas. Para volver a verlas en los podios mediáticos y con el futuro posible que las constituye como tales, ¿habrá que esperar que el tsunami de la crisis mundial limpie el pantano?

Ricardo Forster
Doctor en Filosofía, autor de Laberinto de las voces argentinas

Contradicciones peronistas

El concepto de traición es viejo en política. Sobre todo, en los espacios que comprenden muchas ideologías, como sucede en el peronismo. Traicionar significa quebrar la lealtad, invertir el orden de legitimidad del que se parte. El traidor nunca es alguien menor, sino alguien con capacidad para tomar decisiones esenciales, alguien casi heroico. Cobos, por ejemplo, no puede ser objeto de traición porque no es una figura relevante y esencial en política; es un simple emergente mediático de última hora. A lo largo de la historia hay varias traiciones: para ciertas concepciones radicales el alfonsinismo empezó siendo una traición al radicalismo, el alvearismo podría ser visto como una traición al yrigoyenismo, Galimberti se fue como militante montonero y volvió travestido...

Estos ejemplos muestran que no es un fenómeno propio del peronismo, pero es ahí donde más se ve porque es uno de los partidos que más lugar ocupa en nuestra historia. De todas formas, la mayor deslealtad es bien actual: Menem hizo un giro de 180 grados para construir un modelo de privatizaciones contradictorio a los modos que lo llevaron al poder. Festejar el Día de la Lealtad es una contradicción porque en el peronismo conviven liberales, nacionalistas y socialistas.

Con lo cual, moverse de vereda ¿sería una traición al peronismo de López Rega, de Cámpora, de Duhalde o de Kirchner? Duhalde dice que todos los días se traiciona e intenta mostrarse a sí mismo como héroe, intenta definirse como el verdadero peronista: uno habla de traidor cuando quiere mostrarse como opuesto. Pero la discusión sobre qué es un traidor es innecesaria y problemática: lo más importante no es discutir traiciones sino ideas, sobre todo con elecciones de por medio, donde se va a usar mucho el término “traidor”.
(Testimonio recogido telefónicamente)

Alejandro Horowicz
Sociólogo y escritor, autor de Los cuatro peronismos

Chicanas cínicas

Los juicios morales no suelen ser muy adecuados para inteligir la práctica política. La traición tiene una entonación moralizante que suele ocultar mucho más de lo que explica. La pregunta por la traición remite al porqué; la fórmula traidor ahorra, esquiva, omite la respuesta. La traición siempre pone en descubierto la relación entre los medios y los fines, nos recuerda que la política enuncia ciertos fines compartidos (el programa) que se alcanzarán mediante un conjunto de instrumentos. Si la correlación no es la adecuada estamos en presencia de un “error”; si se trata de un error en el sentido lato basta con corregirlo.

Es decir, construir una relación que permita alcanzar el fin. Cuando tal cosa no sucede, o cuando directamente el objetivo es abandonado sin más, se grita traición. Y es verdad, pero es una verdad sin consecuencias prácticas, una verdad que no opera, que no contiene rectificación alguna. Como la política nacional se ha transformado en la continuación de los negocios por otros medios, todo lo que no sirva para impulsarlos carece de sentido. Y esa es la traición mayor: reducir la política a un conjunto de chicanas cínicas que no se proponen corregir absolutamente nada.

Entonces, la descripción del doctor Duhalde contabiliza una renuncia colectiva: una sociedad que abandonó su propio proyecto para dirigirse a ninguna parte, siguiendo a una clase dominante que desde hace décadas no es una clase dirigente. Una traición histórica a la que Duhalde no es ajeno, traición que contiene el orden político constituido en 1983. Ese mismo orden estalló en el 2001 y su crisis terminal nos persigue como una sombra ominosa. Entonces, la pregunta por la traición es la pregunta por el estallido del 19 y 20 de diciembre. La respuesta sigue vacante. Una sociedad que no puede darse una respuesta colectivamente válida para semejante crisis sólo puede organizar una fábrica de traidores.

Producción: Deborah Maniowicz

Comentarios