Cuarentena


No creí vivir ésto. Dejando volar mi delirio, o tal vez mi deseo - cuánto tiene el deseo de delirio - pienso que tal vez una pandemia pueda salvarnos de nosotros mismos.  La contracción de la economía, que se expande sin límite para beneficio de unos pocos, la creciente desigualdad social a nivel global, la dismorfia de la racionalidad, la pérdida del contacto con la naturaleza y con sus ritmos, los medios de comunicación y de interconexión masivos y su función hipertrofiada, todo ello y más, están generando que el ritmo de vida se torne insostenible para la mayoría de la población, prueba de ello es la explosión de enfermedades mentales que padece una parte importantísima de la población mundial. Sin algo de quietud la vida es invivible.
Los ritmos de la naturaleza nos muestran que son ritmos, los estamos violentando. Lo que es, es. Lo que no comprendemos, no lo comprendemos. El esfuerzo del hombre por entender aquello que se le escapa es loable, pero en esta carrera lo común y normal se nos ha vuelto desconocido y motivo de pánico y hasta fobia.

Será que lo desconocido nos vendrá a recordar que la naturaleza nos marca ritmos y los ritmos desde que el hombre los nombra tienen relación con la periodicidad, y más aún con el fluir. Abandonamos los ritmos, sometidos a un crecimiento perpetuo, a una carrera hacia adelante, ciega sorda y muda. Esa carrera descentra al humano y lo objetiva.

Quiero pensar que la pandemia, al obligarnos a estar con nosotros mismos nos hará encontrarnos.

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