Turismo o consumo excesivo de viajes

"En la sociedad contemporánea disfrutamos de libertades impensadas años atrás. Tenemos hasta la libertad de autodestruirnos, de depender emocional y/o fisicamente del consumo excesivo de ciertos productos del capitalismo global" (John Urry 2010) 

¿En la sociedad contemporánea somos realmente libres? ¿o la libertad en las denominadas sociedades de control es aparente? 

La sociedad del siglo pasado -y antes aún- podía bien describirse, siguiendo a Foucault, como una sociedad de disciplinamiento donde el poder se ejercía directamente sobre los cuerpos mediante instituciones normativas y disciplinarias. Supuestamente evolucionamos a una sociedad de control (Deleuze) donde las influencias sobre los individuos tienden a ser menos visibles y coercitivas en comparación con las estructuras más visibles de disciplina y control, presentes en las sociedades de disciplinamiento. La diferencia fundamental entre ambas radica en cómo se ejerce el poder y el control social. 

La transición de la sociedad de disciplinamiento en sociedad de control fue mediado principalmente por las tecnologías de comunicación e información (TIC) y es posible que sin el desarrollo y aplicación de dichas tecnologías no hubiera sido posible la sociedad tal como la conocemos en este momento

Esto nos llevaría a la conclusión de que en las sociedades de control, los individuos tienen la ilusión de que están tomando decisiones libremente, el control y la influencia operan de manera más sutil y a menudo se integran en la vida cotidiana a través de la tecnología, los medios de comunicación y otros mecanismos. Por ejemplo, los algoritmos de recomendación en plataformas en línea pueden influir en las decisiones de compra, las opiniones políticas y las interacciones sociales de las personas sin que estas sean habitualmente conscientes de ello.

Además, en las sociedades de control, el poder y la influencia pueden ejercerse de manera más descentralizada y distribuida, a través de una red de actores y sistemas que operan en diferentes niveles y contextos. Esto puede hacer que sea más difícil para los individuos identificar quién o qué está ejerciendo control sobre ellos. Tiendo a creer que aún siendo conscientes de ello, las personas hacen caso omiso del hecho de que su libertad de elegir es casi nula, no importa ya el placer personal o compartido con un grupo de gente que forma parte de la comunidad, importa alcanzar el status imaginario a través de prácticas avaladas por personas que ni siquiera conocen y que forman parte de una red de seres humanos que han perdido toda entidad real.

Una buena forma de examinar el "exceso de capitalismo" de fines del siglo XX es observando el cambio en los lugares de ocio. Las vacaciones -o sea, el tiempo libre- se basaban en la comunidad o en el barrio, inclusive en ocasiones las comunidades se movilizaban a lugares vacacionales o se generaban comunidades en esos lugares vacacionales, sitios en la costa o en la orilla de algún lago en donde las familias completas pasaban su tiempo libre, en general el placer vacacional estaba coregulado por la familia y la comunidad; podríamos decir que eran vacaciones de algún modo, disciplinadas. Viajes lentos, pausados y vida de ocio también lenta y pausada. Era común la playa, al borde del agua: "En la playa uno pasa el tiempo y el tiempo pasado sólo se recupera en la playa" (Marc Auge). Poder "ingresar" en el paisaje y pasar a formar parte de él nos quita del espectáculo y nos permite "sentirnos transportados dentro de la película"(Marc Auge mencionando "La película Las vacaciones del Sr Hulot")

En los finales del siglo XX las comunidades se modificaron, con transportes rápidos, muchos conjuntos de relaciones sociales no están internalizados espacialmente dentro de sitios específicos -en muchos casos las relaciones sociales pueden formarse y desarrollarse a través de una variedad de medios de comunicación y múltiples ubicaciones, incluidos los medios de comunicación digitales y las redes sociales-, el trabajo está globalizado y en parte se lleva a cabo en el hogar, la escolarización ocurre en parte dentro de los medios de comunicación, etc. Los Estados tienen la posibilidad de utilizar sistemas de control cada vez más complejos para registrar, medir y evaluar a las poblaciones que se desplazan intermitentemente, comenzando con el pasaporte e  implicando actualmente un "orden digital" cada vez más capaz de seguir y rastrear a los individuos a medida que se desplazan en busca de nuevos lugares de exceso (John Urry)

Finalmente la globalización, como doctrina, generó un debilitamiento de la cultura "barrial" y mientras tanto una reestructuración económica, social y sobre todo cultural, socava los poderes colectivos de las comunidades y proporciona las condiciones para que el sector privado encuentre fuentes siempre nuevas de actividad rentable, no se nos escapa que el turismo es la principal fuente de ingresos de muchos países y una industria que mueve enorme capital.

De este modo, el tiempo de ocio -que tenía lugares específicos, con personas específicas, no escindidas totalmente de la comunidad- ha pasado a generar "el turismo" que se desplaza masivamente en especial a lugares remotos. Este turismo de nuestro tiempo se consume como un objeto e ícono de status social de las clases medias. Hasta los años 70 del siglo XX viajar solía ser un privilegio reservado para las clases más altas, pero con el aumento de los ingresos en las clases medias y el desarrollo de opciones de viaje más accesibles, el turismo se ha convertido en una actividad más común, accesible y muy deseable, para este segmento medio aspiracional, para los que viajar y vacacionar en destinos turísticos populares puede ser percibido como un signo de éxito económico. También visitar destinos exóticos, puede ser visto como una forma de adquirir capital cultural, cosa que le agrega valor simbólico y social a una gran masa de personas muy insertadas en la sociedad de consumo y que necesitan sentirse percibidos como cultos y cosmopolitas. Las redes sociales han venido a profundizar esta tendencia porque el compartir fotos y experiencias de viaje en plataformas como Instagram y Facebook puede aumentar la percepción de estatus y prestigio social mostrando una vida emocionante, llena de aventuras....y de dinero. 

Un fenómeno bastante interesante de observar -y que es facilmente visible ya que los viajes son justamente lo más compartido en redes sociales- es el gasto en el que incurren las clases medias, actualmente pauperizadas, en pos de mantener su estatus social y su valoración mediante el consumo en turismo. Se observa claramente la erosión de la calidad de vida cotidiana a causa de la presión financiera originada por mantener un ritmo de vida que no hace a su calidad, si no a la necesidad de sentirse perteneciente a una clase social con determinados consumos. Claramente esta conducta atenta en ocasiones contra la estabilidad financiera, impacta en el bienestar emocional, genera ansiedad, depresión, degrada la capacidad de otorgar educación a los hijos o aún de tener resguardos económicos para generar un plan financiero sólido o aún fondos de emergencia o sencillamente vivir cómodamente todos los días. No es adecuado generalizar, pero la masa de personas que se movilizan de aquí para allá, en un porcentaje bastante amplio no ganan mucho ni siquiera bien y deben recortar gran parte de sus placeres y comodidades cotidianos para poder acceder a 30/360 días de placer en el año

Los viajes se han convertido en un objeto más de consumo masivo y han pasado de ser viajes de descubrimiento, deambulación y encuentro, a ser turismo banal, rápido y casi pornografico. Pornográfico digo, por la gran cantidad de imágenes que se comparten en los templos del consumos: las redes sociales, con detalles de cada cosa que se ve o se hace, las imágenes deben ser vistas por "amigos" que a su vez aplaudirán entusiasmados el "nuevo" lugar descubierto, que no es nuevo ni descubierto, sino el destino de moda que se impone con la ayuda de influencers y conchabados varios que, por una más que módica suma, publicitan cualquier cosa.   Podríamos preguntarnos con Marc Augé ¿qué hemos hecho de nuestros viajes y de nuestros descubrimientos?¿Qué placer podría depararnos hoy el espectáculo estereotipado de un mundo globalizado y en gran parte miserable? (Auge Marc -El viaje imposible-) pero entiendo que la mayor parte de los turistas que se abarrotan en los medios varios de transporte no se preguntan ésto.La pregunta es si se cuestionan algo. Si se preguntan por qué viajan y más allá de viajar, ¿por qué y qué consumen?. 

Me apresuro a aclarar que es bárbaro viajar y pocas cosas son tan placenteras como conocer diferentes culturas, otras experiencias, otros modos de vivir y otros paisajes. Pero se puede viajar con este fin en sitios atestados de personas que hacen fila para ver lo mismo? Digo: habrá tantas personas que desean genuinamente ver lo mismo. ¿Se puede conocer mínimamente un lugar en 5 días visitando los sitios que los medios de comunicación determinan que son populares y dignos de ser visitados o que son populares en los templos sociales (redes sociales)? ¿Se puede tener aún una vaga idea de cualquier lugar, trotando con el tiempo contado, porque hay que "conocer" muchos otros lugares más, porque el tiempo y el dinero no alcanzan? 

Auge planteaba, hace ya un tiempo, que el mundo "existe en su diversidad" pero que poco tiene que ver con el "caleidoscopio ilusorio del turismo" y está ahí al alcance de los ojos, pero hay que "aprender nuevamente a ver" ya que vivimos en una época que pone a la historia en escena y hace de toda situación humana un espectáculo, la realidad se desrealiza y lo que vemos es un espectáculo, en ese sentido habría que aprender a volver a "ver"

Por otro lado, el hecho de depositar tanta expectativa en la preparación y realizacion de múltiples desplazamientos puede proporcionar un entorno temporal donde las preocupaciones cotidianas, el estrés o los conflictos personales se diluyen momentáneamente, permitiendo a la persona experimentar una sensación de libertad, novedad y escapismo. Sin embargo, es importante señalar que el uso del viaje como mecanismo de escape no resuelve los problemas subyacentes. Aunque el viajar puede ofrecer temporalmente un respiro o distracción, no aborda las causas profundas de los problemas emocionales o psicológicos que la persona pueda estar evitando.  

Parecería ser importante poder discriminar el saludable deseo de viajar o explorar, que es indudablemente enriquecedor, placentero y se relaciona con un aumento de la plasticidad de la conducta, sobre todo si se exploran nuevas culturas y se intenta hablar algún nuevo idioma y conectarse con las personas que residen en el destino elegido,  con la compulsión de viajar, motivada por múltiples factores, algunos de los cuales fueron esbozadas más arriba pero que básicamente está más del lado de la patología que de lo saludable. Sabemos, no obstante, que una vez que se instala el mecanismo, resulta complejo para quien lo padece poder discriminar una cosa de la otra.


Imagen modificada con IA


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